Capítulo 3. De vuelta a casa
- Clau Angeles
- 11 ago 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 14 oct 2020
Capítulo 3!!!

KATHERINE
Nos dirigimos primero al hotel en el que se hospedaban mis padres para dejar mis maletas en la habitación y refrescarnos un poco.
Una vez que terminamos, salimos a cenar en el Hill Palazzo, un local de comida italiana que quedaba en la Quinta Avenida y al que solía acudir con Jen cada vez que no había nada provocador en el comedor universitario. Los mejores momentos de nuestras vidas...o bueno, de la mía.
A mis padres les encantó, y cuando llegó la hora de volver al hotel, aproveché para echarle una última mirada y una despedida al lugar.
Presentía que no lo volvería a ver en mucho tiempo.
…
El vuelo de Nueva York a Indiana no saldría hasta las tres de la tarde, por lo que pude dormir sin tener que preocuparme por las indeseables ojeras.
Después de desayunar, fui a revisar que no faltara nada en el equipaje, y fue una excelente decisión: casi olvidaba el cargador del celular al lado de la mesa de noche.
-Si no tuvieras la cabeza pegada al cuerpo, ya la habrías perdido-comentó mi mamá, quien ya se había resignado a mi eterna torpeza.
No hice más que suspirar y comenzar a vestirme con lo primero que había sacado de las maletas el día anterior: camiseta, jeans, mis Adidas y una chaqueta militar. Honestamente, nunca sentí una gran predilección por la moda, y solamente buscaba sentirme cómoda en todos sitios.
A eso de la una, ya estábamos en el aeropuerto, y después de dejar las maletas en el terminal, paramos en el primer local de comida que encontramos para de una vez almorzar, ya que sabía perfectamente que terminaríamos roncando ni bien encontráramos las camas en casa.
Y así fue.
…
El viaje desde Indianápolis hasta el pueblo duró tanto como el audiolibro de Orgullo y Prejuicio que puse en mi iPhone.
Al llegar, sentí que de nuevo estaba en secundaria.
Qué lindos recuerdos, pensé con sarcasmo.
Finalmente, llegamos a casa: una construcción de paredes exteriores grises, un jardín decente y de tamaño aceptable; nada ostentoso, de hecho, pero, a fin de cuentas, qué más podía esperarse del pueblo de Hawkins sino austeridad.
Como sea, hogar, dulce hogar.
Ni bien la puerta se abrió, corrí hacia mi habitación: que no era nada fuera de lo ordinario, salvo por el hecho de que había permanecido intacta desde que cumplí quince años: con algunos peluches de mi niñez en los estantes y el tono rosa de las sábanas y paredes; hasta mi vieja, pero todavía funcional computadora seguía allí, a la que no estaba segura de conservar o donar a alguna caridad, pues ya tenía una laptop.
Como mi madre estaba demasiado cansada como para cocinar, y no teníamos fuerzas para salir a cenar, a mi padre no se le ocurrió mejor remedio que ordenar pollo de Kentucky Fried Chicken.
A decir verdad, me decepcioné un poco. Me recordaba a aquellas noches de escuela en las que debía cenar eso en mis noches en vela durante la secundaria. Vaya vida.
- Y, ¿qué harás mientras esperas el lunes? -preguntó mamá, mientras se servía más pollo.
-No lo sé -respondí-. Supongo que pasearé por el pueblo. Ya sabes, ha pasado tanto desde la última vez que vine.
-Buena idea, princesa-respondió mi padre-. Al menos es mejor que quedarte en tu habitación todo el día como solías hacer en la secundaria.
- ¡Papá! ¡Necesitaba tranquilidad para leer!
El solamente se rió.
-Lo sé, cielo. Lo sé. Solo estoy molestándote. Murciélago -susurró lo último.
Preferí ignorar aquello, y cuando no me quedó más espacio en el estómago, fui a mi habitación, cogí mi ejemplar de Orgullo y prejuicio y lo comencé desde donde el audiolibro se había quedado.
Esas sí eran buenas historias, en mi opinión.
Me sumergí en la Inglaterra de Austen hasta que el sueño comenzó a apoderarse de mí, y mientras dejaba el libro sobre mi velador y me cubría con las mantas, pensaba en mi deseo de algún día ser capaz de escribir algo así de bueno.
No dudaba que no me faltaba la habilidad: había escrito una novela corta publicada en la editorial de la NYU, y la respuesta había sido favorable.
La inspiración la tenía de sobra, al tener tanto en mi mente de Jane Austen y Charlotte Brontë.
Pero recordaba entonces un pequeño detalle: jamás había estado enamorada.
¡Y aquí llegó el tercer capítulo!
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Clauu 😘
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