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Capítulo 2: Incomprendido

Actualizado: 7 sept 2020

¡Segundo capítulo! Gocen ;)

JAMIE


Me encantan las reuniones familiares. Y son mejores cuando el engreído de la familia regresa a casa a presumir de su nuevo ascenso.


No habían pasado ni treinta minutos desde que el batallón de tíos, primos y otros parientes cuyos nombres no recordaba, habían llegado a nuestra mansión en Hawkins, el pueblucho donde vivía desde hace dos años, y ya me estaban dando ganas de quitarme la fastidiosa corbata y el maldito disfraz de pingüino que tenía que usar por insistencia de mi madre.


La mesa estaba arreglada como si el que viniera fuera el presidente de los Estados Unidos o la Reina de Inglaterra, y para ser sincero, me reventaba. Podría bastar con una maldita botella de champán y listo. Podíamos irnos todos tranquilos sin causar revuelo.


Para variar, la cena era carne con puré de papas, el favorito de Charlie, con un champagne que valdría por lo menos una de las joyas de mi madre para el brindis; la botella era de la misma Francia, porque si, no el nene no lo iba a beber.


Es el rey de la humildad, pensé, mientras me metía más carne en la boca.


- ¡JAMES! -la voz de mi madre me devolvió al mundo real.


- ¿Sí, madre? -respondí, mientras seguía el juego de la formalidad de las ocasiones.


- ¿Estás feliz por tu hermano? - volvió a preguntar, con una expresión más suavizada, aunque se notaba de lejos que esperaba que me arrodillara ante el susodicho, le rindiera culto y le ofrendara mi sangre.


-Extasiado. Charlie, eres mi héroe -respondí, con el sarcasmo más sutil posible.


-Gracias, hermanito-respondió este, obviamente pasando de alto mi tono sarcástico, quizás a propósito, o de verdad no lo captaba-. Quizás algún día seas tan bueno como yo. Bueno, no tanto, pero cerca.


Mis padres y el resto de los parientes sonríen con orgullo, mientras que yo me limité a fingir una sonrisa, que más parecía una mueca de desprecio.


Terminada la cena, me dirigí a mi habitación, cerré la puerta con seguro (como de costumbre), y me puse a disfrutar de mi adorada privacidad.


Cualquiera que me escuchara, pensaría: "por Dios, chico, ¿qué tienes en contra de tu familia?"


Muy sencillo: soy considerado la oveja negra.


¿Por qué?


Cuando tenía seis años, la maestra llamó a mis padres para avisarles que había escrito una obra teatral completa; a un nivel de un mocoso de primaria - una marmota que solamente quería subirse a un árbol y saltar al río desde lo alto-, pero estaba completa, lo que ya era algo. Pero los señores no celebraron, sino que más bien se quejaron porque lo veían como una amenaza a sus deseos de que sus dos vástagos terminasen como las estrellas de Wall Street.


Para cuando entré al sexto grado, ya había terminado dos novelas, y aunque los maestros se empeñaban por hacerme notar entre los estudiantes, todo esfuerzo les salía en vano: el tal niño Grant acababa calificado como "mariquita", simplemente porque se la pasaba leyendo o escribiendo y no le daba la gana de hablar de las cosas de las que la mayoría de chicos de mi edad habla a más no poder.


Muchos pensaban incluso que no tenía amigos, cuando la verdad era que sí tenía uno: Frank "cuatro ojos" Whitehead era el rey de los nerds, pero cuando deseaba, podía ser un completo payaso, y era capaz hasta de montar las mejores fiestas, lo que evitaba que se volviese blanco de burlas, en especial por sus anteojos redondos. Gracias a él era que no me había vuelto blanco del acoso escolar extremo.


Pero eso no me hacía las cosas fáciles: no faltaban las comparaciones con mi hermano mayor y el resto de parientes de mi edad o incluso con altas diferencias de edad.


Charlie se había graduado con altos honores de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, y era todo un mago con las finanzas y cosas relacionadas al dinero. En otras palabras: un auténtico miembro de la familia.


Mis padres esperaban que fuera igual a él; el único dilema que les debería preocupar sería una elección entre economía o finanzas.


Cómo me daban ganas de pegar el grito al cielo cada vez que lo recordaba.

Me aseguré de que todos estuvieran concentrados en el espectáculo de la pileta del patio con luces de arco iris, para escabullirme hasta mi habitación y encerrarme, como lo hacía casi todo el tiempo que estaba aburrido, o en realidad, todo el tiempo.


Me quité ese ridículo disfraz y me metí a la ducha para quitarme el olor a champagne y a cigarro que algunos tuvieron la amabilidad de contagiarme.


Cuando por fin estuve limpio, cogí mi Mac y volví a trabajar en esa historia que desde hacía varios meses tenía pendiente, y poco a poco volvió la inspiración.


La tranquilidad regresaba y me llenaba de paz interior sin importar el ruido de la fiesta.

Quizás por eso me gustaba escribir.


Porque mi imaginación el único lugar en el que podía refugiarme del mundo exterior y ser yo mismo.







¡Este fue el segundo capítulo!


Espero que les haya gustado mucho. Los capítulos 3, 4 y 5 también ya los tengo listos, pero irán aparenciendo semanalmente.


¿O los quieren ya? Déjenme su respuesta en los comentarios :D


Si les gustó, no olviden darle un corazón, compartirlo ni de suscribirse si quieren formar parte de esta pequeña y humilde familia.

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¡Mil gracias por pasarse por aquí, y nos leeremos en una próxima oportunidad!

¡Besos!

Clauu 😘

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