"Yo también prometí dejar la comida chatarra y ahorrar dinero, y no cumplí"

Estamos tres días después del comienzo del nuevo año, y con ello, a tres días de haber prometido quizás las mismas cosas que años anteriores y que todavía no logramos cumplir.

¿Por qué será que cada fin de año nos hacemos promesas que al final no cumplimos?

Hablaremos un poco sobre este asunto hoy en Viernes de Miscelánea.

Mientras escribo esto, estoy comiendo una manzana para calmar el hambre de media tarde.

Esto por la promesa que hice de alejarme lo más posible de la comida chatarra y de las tentaciones que puedan perturbar mi balanza alimenticia.

A eso voy con esa pequeña introducción: quizás el año ya haya comenzado, pero eso no quiere decir que no podamos ponernos a pensar acerca de esas promesas que hayamos hecho a voz alzada para este 2020.

Así como la promesa de la dieta, hice otras respecto al ejercicio, ahorro de dinero y de intentar llevar la fiesta en paz con mi hermana en cualquier desacuerdo que tuviéramos.

¿Y qué ha pasado? Que no estoy cumpliendo...como todos los años.

Bueno, estoy exagerando.

Pero sí está el sacrificio: de hecho, ahora mismo estoy forzando al máximo mi fuerza de voluntad mientras veo a mi hermana comerse un sabroso combo de Burger King.

No seré la única, probablemente, porque así como yo, todos esperamos a que el verano esté en pleno camino para iniciar con los ejercicios y lucirnos en la playa con ropa nueva.

Allí vamos respecto a la promesa de la dieta.

En cuanto a la promesa del ahorro de dinero, no vamos mal, pero tampoco tan bien.

He renovado mi membresía por medio año más en el gym, con lo cual se ha ido un cuarto de mis ahorros, aunque claro, este más que un gasto es una inversión que sé que valdrá la pena.

Pero si hablamos de gustitos como un café en Starbucks, ropa nueva, maquillaje que se ve atractivo para probar y artículos de papelería bien kawaii (ahí les va una confesión más sobre mí: me muero por la papelería), la cosa es diferente.

De nuevo, la fuerza de voluntad debe ser presionada en exceso, sobre todo si se desea tener lo suficiente para ese viaje soñado o incluso para comprar ciertas cosas necesarias y que no se consiguen fácil (cof, laptop nueva, cof).

Ahora, las discusiones fraternales.

Siempre me he llevado bien con mi hermana, no lo negaré, pero somos tan diferentes en personalidad y carácter, que es imposible que no tengamos choques y discusiones por una simple opinión no compartida.

Cada vez que estas ocasiones se presentan, tengo que controlarme para que el momento no termine en una pelea fea, aunque claro, como siempre, nos olvidamos del tema luego de un par de horas.

Aún así, es feo vivir tenso por un par de horas.

A todo esto, repito la pregunta inicial: ¿por qué hacemos esas promesas si sabemos que al final no las cumpliremos?

En mi opinión, debe ser porque nos encanta ponernos metas súper difíciles; tanto así que para siquiera intentar cumplirlas debemos hacer sacrificios que pueden parecer equivalentes a una tortura impuesta por la Santa Inquisición.

Para decirlo con otras palabras: nos gusta ponernos retos difíciles.

Y mientras más difícil sea el reto, con mayor razón tendemos a desafiar reglas y promesas, por lo que sucumbimos a las tentaciones, sobre todo a las de la comida (cosa que tiene justificación: comer es uno de los mayores placeres de la vida).

Las tentaciones son poderosas, y es quizás principalmente por eso que faltamos a las promesas de Año Nuevo.

Pero igual las seguimos haciendo cada año sin falta porque la fe es lo último que se pierde, y con ellas nos podemos mentalizar lo suficiente para entender que el nuevo año estará lleno de nuevas oportunidades, las que nos permitirán decidir un nuevo camino y mejorar como personas en todo sentido.

Ahora yo les pregunto, ¿qué promesas se hicieron ustedes para este Año Nuevo 2020? Déjenme sus respuesta en los comentarios para compartir entre todos esas metas que sabemos no vamos a cumplir, je je. ¡Bienvenidos sean!

¡Y esto fue todo por el post de hoy!

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¡Besos!

Clauu 😘