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"¡Porque yo creo en ti!" Mi experiencia con el fútbol

Actualizado: 27 ene 2022

Si hay algo que nos caracteriza a nosotros los peruanos a parte de la deliciosa y variada gastronomía, es nuestro incondicional amor por el fútbol.

Con ocasión del partido de hoy entre Perú y Colombia, y también, por el segundo aniversario de la clasificación de nuestro país a un Mundial, hoy en viernes de Miscelánea, quiero compartirles un poco acerca de mi experiencia con esta popular afición peruana.

A mi familia le gusta el fútbol: desde mis padres hasta a mi hermana, todos siempre puntuales frente al televisor cada vez que Perú está a punto de jugar contra algún rival de mucha o poca importancia.

No ha sido ese mi caso, para ser honesta.


Cuando era pequeña, veía a mis padres desquitando su decepción al ver que Perú se quedaba una vez más sin ir a una Copa Mundial de Fútbol.

Supongo que fue por eso que mi fe en las distintas selecciones que tuvimos era siempre nula: si no ganaban, debía ser porque no jugaban bien, ¿verdad?


Así seguí por muchos años: me pasé como tres mundiales manteniendo mi creencia de que teníamos la peor selección del mundo, y que no entendía cómo los hinchas le podían tener fe a una selección que, según yo, no ponía todo de sí, y que más que por amor a la camiseta y al deporte, jugaban solamente por el dinero, la fama y sus consecuencias.


Estaba tan segura de que jamás viviría para ver al Perú clasificar a un Mundial, que hice varias promesas que cumpliría cuando el momento llegara (creyendo que no sería necesario que las cumpliera, ya que jamás se daría la oportunidad); recuerdo cómo juré que iba a ir al colegio con las uñas pintadas en rebeldía a las reglas si es que Perú llegaba al mundial Sudáfrica 2010...digamos que no me gané una llamada de atención de las auxiliares y profesoras.


No les comentaré qué otras promesas hice, pero sí les diré que estaba súper tranquila al no tener que cumplirlas.


Hasta que llegó el año 2017.


Estaba en mi último año de la universidad, alistando los preparativos para el último trabajo final, yendo al gimnasio (aunque no de buena manera como ahora), y más que nada, reuniendo fuerzas para no llorar durante la graduación.


Sabía que se acercaba el Mundial Rusia 2018, pero como cada clasificatoria, no tenía nada de fe en que lográramos entrar entre los equipos que competirían por la Copa.

Cada vez que Perú jugaba, me encerraba en mi cuarto para no tener que escuchar los gritos de frustración de la familia cuando la selección perdía otro partido o quedaba en empate.


Hasta que Perú le ganó a Ecuador.


Ese partido lo vi en sus últimos minutos en compañía de mi madre, más por no estar sola que por interés.

Apenas todo terminó, y Perú era declarado ganador, algo despertó en mi: quizás, sólo quizás, no éramos tan malos como pensaba.


Desde ese momento, comencé a ver partes de los partidos mientras comía piqueos y bebía chela con Coca Cola, y poco a poco mi fe empezó a aumentar: teníamos posibilidades, podíamos lograrlo.

El "Tigre" Gareca estaba haciendo un trabajo increíble con los muchachos del equipo, de eso no había ninguna duda.


Cuando llegó el momento del gol de Paolo Guerrero que nos llevó al repechaje, no lo podía creer, ¡teníamos una oportunidad más de clasificar!

Ya en ese momento acompañábamos los partidos con no solamente piqueos y Coca Cola con chela: ya no puedo ver ningún partido de fútbol sin cabanossi cortado en cuadraditos.


No creo que esté de más decir que también comencé a aprenderme las clásicas barras de aliento de la hinchada peruana: "Porque yo creo en ti", "Perú Campeón" o "Cómo no te voy a querer" ocupaban mi repertorio en cada partido.


Finalmente, ese 15 de noviembre del 2017, el grito de júbilo se oyó en todo el país:


¡ESTÁBAMOS EN EL MUNDIAL!


¡DESPUÉS DE TREINTA Y SEIS AÑOS...ESTÁBAMOS DE VUELTA EN UN MUNDIAL!

Algo que sé que mis abuelos hubieran amado ver, dado que España '82 fue el último mundial en el que estuvo Perú que pudieron ver, tristemente.

En cambio, mis padres volvían a ver a la selección entre los grandes después de casi cuarenta años; por lo menos ellos alcanzaron a verlo.


Por mi parte, y la de mi hermana, ¡era nuestro primer mundial!

Y realmente, no me imaginaba que viviría para ver tal logro.


Esa noche, recorrimos las calles de Lima, o por lo menos, las de San Miguel hasta Miraflores, y nos sorprendió ver las reacciones del resto de peruanos que celebraban la vuelta al Mundial: gritos de alegría, cánticos de las barras...fue algo surrealista para alguien de mi edad que jamás había visto algo así.


Llegué incluso a grabar con mi vieja cámara el recorrido (que pronto editaré para subirlo a mi planeado canal de YouTube), y agradezco profundamente haberlo hecho, porque así me convencía de que nada de eso era un sueño, y de que al día siguiente tendría que empezar a cumplir algunas promesas algo embarazosas, jeje.


A todo esto, la victoria sobre Nueva Zelanda en el último partido de la repesca me enseñaron una sola cosa: que quizás algo parezca que esté perdido, pero nunca es tarde para arreglar las cosas.


Que todo es cosa de mantener la fe, y jamás dejar de alentar a quienes nos representan: podrían sorprendernos, como me sorprendieron a mí.


Ahora, yo les pregunto, ¿les gusta ver fútbol? ¿Están viendo ahora el partido en lugar de leer este post? Si no, mejor se van.


Je je, mentira, nada que ver. 🤣😂 ¡A alentar a nuestros muchachos!

Y sea cual sea el resultado, "¡Cómo no te voy a querer...!"


¡Y esto fue todo por el post de este viernes! Si les gustó, no olviden darle un corazón con todo su amor, y tampoco de suscribirse para hacer crecer a esta humilde familia.


Mil gracias por pasarse por aquí, y nos leeremos mañana en Sábado de Cine.


¡Besos!


Clauu 😘

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