¿La belleza necesariamente implica dolor?
- Clau Angeles
- 7 nov 2019
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 27 ene 2022
Es común escuchar que para alcanzar el ideal de belleza, se tenga que recurrir a duros sacrificios, como abandonar las comilonas con los amigos del fin de semana, levantarse a las seis de la mañana para ir al gimnasio y comer apenas vegetales, o como muchos los llaman,"comida de conejo".
Sin embargo, si se quiere perder peso, en mi experiencia, no es necesario hacerse tantos problemas, y es más bien donde más debe uno tomarse las cosas con calma. En este post les explicaré por qué.

A ver, seguro que todo comenzó cierto día después de sentir que has comido más de lo que normalmente lo haces: tu buen pollo a la brasa, combo de KFC o la combinación más potente de ese sabroso chifa de la esquina de tu casa.
Llegó a tu mente la idea de que quizás sea hora de acortar los gustitos e inscribirte al gym para lucirte en el verano que está a la vuelta de la esquina.
Buscas información sobre gimnasios cerca de por donde vives, los visitas, y si encuentras uno chévere y que sabes puedes pagar, te inscribes.
Todo normal hasta allí.
Hasta que llega ESE TEMIDO MOMENTO.
La CITA CON EL NUTRICIONISTA.
Después de pasarte la cinta métrica por cada rincón de tu cuerpo, te dice "uy, estás muy subido de peso. Es hora de cortarle a las harinas, frituras y grasas y de comer más verduras y de hacer ejercicio".
Cuando te entrega ese "hermoso" papelito con la dieta a seguir, ves que prácticamente te dice que dejes de comer todo lo que te gusta, y que a partir de ese momento deberás alimentarte a base de "comida de conejo", como a muchos les gusta llamar a los vegetales.
Y ni hablar de la rutina de ejercicios, que ni bien comienzas a practicar te deja con los brazos y piernas hechos trapitos.
A pesar de ello, después de varios meses de fuerza de voluntad, logras lo deseado: lucirte en el verano y quizás una mayor autoestima.
Genial, valió la pena, ¿no?
Bueno, de hecho que sí, pero hay algo que deberíamos tener todos en cuenta antes de iniciar un completo cambio de estilo de vida.
La belleza (o en todo caso, una mayor autoestima) no tiene por qué alcanzarse a base de sacrificios tan extremos.
En mi experiencia, por lo menos, no ha tenido que ser así.
Llevo poco más de un mes en el gimnasio y a "dieta" (ok, confieso que he seguido la dieta para pacientes con riesgo de diabetes que le dieron a mi madre), y he perdido 4 kilos con cien gramos, para ser exactos. Y si bien pude haber bajado más, me siento excelente con mi progreso, y debo añadir que para lograrlo no he tenido que sacrificar tantos gustos en cuanto a comidas.
La dieta para inicios de diabéticos que he seguido, por fortuna, no excluía tantas cosas ricas como me esperaba, y más bien, todo ha sido cuestión de saber mezclar los alimentos y de conocer las porciones correctas para servir las comidas diarias.
Por ejemplo, si vas a servirte un plato que contiene tanto papa como arroz en su preparación normal, lo más recomendable es que se incluya solamente uno de los dos, dado que contienen muchas harinas, y peor si es que adoras dichas guarniciones (como yo).
Otro ejemplo es el de los gustitos, como pollo a la brasa, comidas rápidas y hasta las frituras caseras. Entramos nuevamente a las confesiones aquí, y es que he roto mi dieta en dos ocasiones: la primera por necesidad, dado que tenía que almorzar algo súper rápido para llegar a tiempo a mis clases de los domingos, y la otra por permitirle a mi madre un descanso de cocinar por un fin de semana.
No me arrepiento, igual bajé mis kilos, y es que fue con dichas "travesuras comestibles" que pude comprobar que uno si puede darse el gusto de disfrutar de ese tipo de comidas contundentes y grasosas, pero muy de vez en cuando, y no cada día ni cada fin de semana.
Por último, ir al gimnasio para mí es como tener un espacio privado, aunque les suene increíble. Esto gracias a mis audífonos: gracias a un buen ritmo latino para bailar o a un metal para despeinarme es que me puedo aislar del resto del mundo y concentrarme por unos minutos en mis ejercicios.
Además, si participas en las clases grupales, como baile o mi favorito, full body, puedes hacerte de grandes amigos con los que puedes compartir tus dolores corporales después de una hora de bailar o saltar sin descanso.
En resumidas cuentas, la belleza no tiene por qué implicar dolor: como les mencioné en posts anteriores, todo es cuestión de verle el lado bueno, y de saber combinar tus alimentos y de medirte en esos gustitos tan irresistibles.
¡Ahora es su turno! ¿Ustedes van al gimnasio, o han ido alguna vez al gimnasio? Déjenme sus respuestas en los comentarios, ¡todos son bienvenidos de opinar, como siempre debe ser!
¡Gracias por leer el post de hoy! Nos estamos leyendo mañana en "Miscelánea" (aunque honestamente no sé qué escribir. ¡Los sorprenderé!)
¡Besos!
Clauu 😘
Awww Coralia!!! mil gracias por pasarte por aquí y leerme! Besos! 😘
¡Hola Clau! Me gustó mucho tu entrada y que compartieras tu experiencia. Yo llevo luchando con este tema de comer mejor y hacer más ejercicio desde siempre. Pero fallo. Mi problema es la constancia. Pero sigo intentando, ya que no tengo él mismos cuerpo que cuando tenían 15 jajaja y acumulo más grasa que antes. Sigue escribiendo, me gusta mucho leerte. ¡Saludos!