top of page

Una cacería disputada

Actualizado: 19 jun 2020


I


Tyron sintió el sabor de su propio sudor apenas abrió de golpe los ojos.

De nuevo había tenido esa pesadilla; esa que se sentía demasiado real como para que ocurriera solo en los rincones más profundos de su mente.

En el sueño, caía de un precipicio cuyo fondo estaba cubierto de una aterradora oscuridad.

Como de costumbre, el chico despertó cuando sus huesos se dieron contra el áspero suelo del final de la caída.


Miró a su alrededor: su cama estaba deshecha, y el calor que de por sí era abrasador, se había vuelto mortífero esa mañana.

Al vivir en Ignios, la Tierra del Fuego, este suceso no era ajeno a la normalidad.


El chico se levantó y sin hacer mucho ruido, se dirigió a la diminuta habitación de sus padres.

Ambos dormían plácidamente, y la pequeña Menah, ocupaba el espacio entre ellos en el centro de la cama.

Su hermana menor tenía la costumbre de dormir con sus padres cuando ocurrían dos cosas: o estaba enferma, o no se sentía feliz.


Tyron estaba muy seguro que era lo último, porque había llegado ese día.


Su decimosexto cumpleaños.


Intentó no darle muchas vueltas al asunto mientras se dirigía al cuenco de agua que la familia tenía en uno de los rincones de la casa para lavarse el rostro del sudor mañanero.

El agua era un lujo que pocos podían darse en Ignios.

Tener por lo menos un cuenco de ella era común en Gilbrom -donde él vivía- y Simnsa, los únicos pueblos del territorio que limitaban con el Mar Peregrino.


Después de limpiarse, se detuvo para contemplar su reflejo en el viejo espejo que conservaban en tal rincón, con la esperanza de ver algún cambio en él desde el día anterior.


Se decepcionó al verse igual que otros días, porque el espejo le mostraba al mismo muchacho que parecía todavía un niño: la cara redonda, ojos grises grandes, cabello rubio oscuro y piel bronceada, típicos rasgos de la gente del Fuego, seguían como siempre.


-Nada-se dijo Tyron-. Absolutamente nada.


El chico se alejó del espejo, y caminó con cautela hacia la única ventana que tenían en la casa, y que tenía vista a la Antorcha Central, una enorme fogata que se ardía imponente en el centro del pueblo, y que por alguna extraña magia, nunca se apagaba, ni siquiera en las fuertes lluvias del tercer mes.


Esa mañana, el fuego ardía con mayor intensidad que otras veces..


Tyron se quedó mirando la Antorcha por unos segundos, hasta que decidió que valía la pena intentarlo.

"Si tengo los poderes del Fuego, ahora es el momento de averiguarlo".


Mantuvo la vista y sus pensamientos en las llamas de la Antorcha, y por su mente comenzó a pasar una sola palabra.


Elévate.


Ese sencillo comando lo repitió mil y una veces, pero no hubo resultado: la Antorcha permaneció en su lugar al centro del pueblo.


-Demonios-se dijo Tyron.


-Estamos muy apresurados, ¿verdad?-una voz ronca logró sacar al muchacho de su pesadumbre.


Cuando volteó, vio a su padre, con la túnica de dormir y con pinta de no haber dormido muy bien al parecer.


Cadmus Wallings no era viejo, pero definitivamente perdía poco a poco la vitalidad de la juventud que alguna vez le valió el respeto de todos en la aldea.

A excepción de las suaves arrugas y de sus fuertes extremidades, era el gemelo de Tyron.


El hombre le sonrió a su hijo con gesto de comprensión. No era ajeno a lo que estaba pasando en ese momento.


-Ni siquiera pude mover el fuego de la Antorcha-respondió Tyron, con decepción.


Cadmus se le acercó y puso sus manos sobre los hombros de su hijo.


-Ten paciencia, Tyron. Hasta los hombres más poderosos en nuestra historia tardaron en descubrir su magia.


Tyron sonrió débilmente.


-No te apresures, hijo mío. Tarde o temprano, descubrirás que eres más poderoso de lo que piensas-el hombre sonrió de repente y abrazó a su hijo-. Feliz cumpleaños, por cierto.


El muchacho le devolvió el abrazo con quizás menos fuerza que su padre.


-Creo que hay dos bellas señoritas que quieren el honor de felicitarte-dijo de repente Cadmus, que se apartó de su hijo y dejó ver a sus espaldas a su esposa y a su hija menor.


Al igual que los hombres de esa familia, Erina y Wylhemenah Wallings eran casi idénticas, las marcas de la edad siendo lo único que las diferenciaba: el cabello negro, los ojos azules y el aura tranquila eran los mismos en ambas.


Tyron se apartó de su padre y sonrió al sentir los cálidos abrazos de su madre y hermana menos; esta última, para variar, dejó que su hermano la cargara para llegar a su altura.

Para sus once años, Menah era algo pequeña.


-¿Ya eres un adulto, Ty?-preguntó ella.


Muy en el fondo, a Tyron no le gustaba nada ese apodo, pero nunca lo demostraba para no herirla; esto, y el hecho de que Menah fuera la única que lo llamara así, ayudaron a que poco a poco el chico tolerara el apodo.


-Según la ley, lo soy-respondió el chico, y cuando vio que su hermana empezaba a entristecerse, volvió a hablar-. Pero descuida, que sigo siendo tu hermano Ty.


Ello le arrancó una sonrisa de felicidad a la pequeña, y de inmediato volvió a abrazar a su hermano, pero esta vez con más fuerza.

Tyron suspiró: no podía quejarse de las muestras de cariño de su hermana. Era demasiado dulce y atenta con él, incluso en aquellas cosas que no cabían en su personalidad.


Después de unos momentos, Cadmus Wallings dio una palmada de entusiasmo.


-Bueno, hijo, será mejor que nos apresuremos. No queremos que los Bolstaw nos ganen las mejores presas el día de tu cumpleaños.


-Claro que no-asintió el chico, quien de inmediato bajó a su hermanita-. Nos vemos en el almuerzo, Menah.


-¡Buena suerte, Ty!-se despidió ella mientras su madre la llevaba al cuarto de lavandería.


Cadmus se quedó a solas con su hijo.


-Ve a alistarte y a buscar las armas. Saldremos en cinco.


Tyron asintió, y comenzó a vestirse y a prepararse para la cacería del día.


II


Comúnmente, la hora de desayunar en Ignios era a las diez campanadas, pero como los buenos animales cruzaban la zona de caza desde las nueve, los Wallings y la mayoría de los cazadores se saltaban dicha comida, y la compensaban con una parte de las presas a la leña.


Antes de las ocho campanadas, Tyron y su padre estaban en camino a la zona de caza, armados con arcos y flechas, redes de pesca, anzuelos y distintas trampas para las presas más difíciles.


La orilla del Mar Peregrino, y en realidad, todas las orillas del territorio de Ignios, eran las ideales para la cacería, porque allí solían dirigirse los pocos habitantes animales para coger comida.


Lo único malo de la zona era el número de cazadores que iban: eran tantos, que por acuerdo mutuo, cada uno tenía su propia parte del terreno para disparar o pescar, y ningún otro cazador podía invadirla.

No hacía la cacería más sencilla, sin duda alguna.


Cuando los Wallings llegaron a su destino, tan sólo estaban los Thaylos, unos vecinos del pueblo, con quienes no llevaban exactamente un buen trato, sino mera tolerancia, gracias a su odio compartido por los Bolstaw.


Los Bolstaw eran la familia más acomodada del pueblo, dentro de lo que podía considerarse "acomodado" en Ignios.

Siempre se les veía mejor alimentados que la mayoría de la gente del Fuego, gracias a los aportes de Simeon Bolstaw a Roca del Maestro, la capital del Imperio, hecho que le había valido el título de Caballero de Fuego.

No les faltaban motivos para menospreciar a sus paisanos.


Cadmus saludó a Pentharco Thaylos con un leve movimiento de cabeza, y Tyron saludó al hijo de éste, Tudor, de la misma forma.

Los aludidos devolvieron el saludo con otro seco asentimiento.


Justo en ese momento, llegaron los Balstaw: Sir Simeon Bolstaw y su hijo mayor, Sylas, que tenía la misma edad que Tyron, y como su padre, una expresión de burla despectiva permanente en la cara.

Iban armados con todo un arsenal de las armas más avanzadas del Imperio, que fácilmente superaban a los de todos los grupos a quienes correspondía dicha zona de caza.


-¡Buenos días a todos! - saludó Sir Simeon, con falsa amabilidad.


Nadie le respondió el saludo.


-Espero que tengan suficiente fuerza en sus estómagos, porque se quedarán sin comida de nuevo- se burló Sir Simeon, sin borrar la falsa sonrisa de su rostro. Se dirigió a Pentharco y a Cadmus-. ¿No quieren al menos que les obsequiemos una pata de venado por cada hijo suyo? Será más que suficiente.


-No será necesario, Simeon-respondió Cadmus, quien de hecho captaba la intención de burla del caballero, y le había respondido con sarcasmo-. No somos menesterosos, y no aceptamos caridad de nadie, y menos de tu familia.


La cara de Sir Simeon se tornó roja: había captado el sarcasmo de Cadmus, pero de inmediato puso expresión de falsa ofensa.


-Morirán de hambre, malditos muertos de hambre-gritó Sylas Bolstaw a todo pulmón.

Como siempre, nadie le hizo caso, pero no dejaban de imaginar las formas en las que les gustaría ver morir a toda esa familia, o por lo menos, humillada y en desgracia.


Tyron estuvo a punto de correr hacia el chico Bolstaw para darle su merecido, pero su padre lo contuvo.


-Cálmate, hijo-le dijo-. No vale la pena fijarse en ellos de esa forma.


-Pero, papá...


-Coge tu arco, Tyron-le indicó Cadmus-. Los venados están por llegar.


Tyron obedeció, y cogió su arma y flechas para prepararse para la cacería.


No iba a ser sencilla, en especial con los Bolstaw mejor armados que los demás grupos.


Pero tenían que intentarlo.


III


Hasta el momento, la cacería había transcurrido de lo más normal: dos venados que llegaban desde las profundidades del lado opuesto del territorio estaban dentro de los sacos de los Wallings junto con otro par de avecillas que atravesaban el lugar para llegar a Shepherd's Path, y para variar, la pesca les iba a dar suficiente para no morir de hambre durante el día.


A los otros cazadores tampoco les había ido mal, aunque por supuesto, los Bolstaw tenían el mayor número de presas en sus redes y sacos, y con cada flecha que daban en el blanco, se burlaban de los demás a risas escandalosas.


Nadie le decía nada; era bien sabido en el pueblo que no convenía tener a los Bolstaw como enemigos, porque eran capaces de cualquier cosa contra ellos gracias a sus relaciones con Roca del Maestro.


Todo estuvo bien incluso en ese tema por unos momentos, hasta que...


-¡Dame ese ciervo, Bolstaw!


Tyron se acercó al hijo de Sir Simeon hecho una furia, y tenía buenas razones.


-¡Le disparé yo, idiota! - gritó Sylas con la cara roja.


-¡En nuestra parte del terreno! - respondió Tyron de igual forma-. ¡Esa presa nos corresponde a nosotros los Wallings!


Los Bolstaw habían disparado a un ciervo bastante grande y bien alimentado, pero su flecha había caído cuando el animal atravesaba el terreno de los Wallings.


-Ven por ella, flacucho- se burló Sylas, y se puso en posición de pelea.


Cadmus inmediatamente se acercó e intentó agarrar a su hijo por la cintura para alejarlo del terreno de los Bolstaw, pero el muchacho lo esquivó rápidamente y se arrojó sobre Sylas.

Los muchachos comenzaron a agarrarse a golpes, y por más que los adultos y algunos otros jóvenes intentaron separarlos, no tuvieron éxito.


Para cuando ambos tenían moretones en el cuerpo, a Tyron se le ocurrió intentar nuevamente probar si tenía sus poderes.


Cerró los ojos, y trató de concentrarse mientras intentaba mantener a Sylas en el suelo.


!Quémate! ¡Quémate! Eran las únicas palabras que ocupaba su mente, junto con la imagen de un Sylas Bolstaw hecho de solo fuego.


En eso, sintió un calor fuerte invadiéndole por todo el cuerpo, sobre todo por arriba.

Tyron sonrió, quizás sólo fue cuestión de un par de horas después del cumpleaños.


Pero para cuando abrió los ojos, se dio cuenta de que el calor que lo invadía provenían de llamas de fuego que cubrían sus brazos y parte del pecho.


Sylas sonreía de oreja a oreja con un aire perverso, y contemplaba con satisfacción lo que había provocado.


Tyron ardía, pero no gritaba pidiendo ayuda.

Al final, bastó un toque de la mano de Cadmus para que las llamas se extinguieran, y que el muchacho pasara a sentir el ardor crecer por las ampollas.


Eso era lo bueno de la gente del Fuego: ellos mismos podían controlar el fuego, y se recuperaban rápido de las heridas causadas por éste.


-Debiste ver tu cara, parecías a punto de...


-¡Suficiente, Sylas!- intervino Sir Simeon-. No desperdicies tus poderes con la chusma.


Cadmus hizo que Tyron se sentara sobre el suelo, para que su recuperación fuera más rápida.


Aún así, el chico estaba rojo de la ira.


-¡Tienes todas las presas que quieres, y todavía más! ¡Danos nuestro ciervo!


-¿Y perder a nuestra mejor presa? - se burló Sir Simeon -. No nos hagas reír.


-¡Son unos...!-comenzó Tyron, pero Cadmus le interrumpió.


-Basta, hijo, no queremos problemas con esta familia. - le dijo con calma, para luego dirigirse a Sir Simeon -. Pueden quedarse con el venado, no nos hace falta.


Los Bolstaw sonrieron con satisfacción, y se llevaron el ciervo al saco de cacería.


En eso, se oyeron las once campanadas de Ignios.


Era hora de regresar a casa.


Mientras empacaban todo, y emprendían el camino de vuelta, Tyron no dejó de pensar en la pelea con Sylas.


Nunca se había sentido más humillado en su vida.


Y en el día de su cumpleaños.


Sobre todo por eso, rezaba porque en la celebración de esa noche, al menos pudiera hacer bailar a la llama de una simple vela.












Este fue el primer capítulo de la novela, como les prometí que sacaría semanalmente.


La historia la tengo plasmada en mi cabeza desde hace un par de años, pero ahora recién he tomado el valor de comenzar a publicarla poco a poco.


No me juzguen si es que los diálogos son algo monses, sé que necesito más práctica.


Y bueno, nada, espero que les guste.


Si es así, no olviden darle un corazón ni de suscribirse si quieren formar parte de esta pequeña y humilde familia.


Les dejaré el link aquí abajo si les interesa:



Y si lo desean, si es que les interesa, pueden seguirme en mis redes sociales:



Y ahora también en Twitter: https://twitter.com/Clauu9296


¡Mil gracias por pasarse por aquí, y nos leeremos a la próxima!


¡Besos!


Clauu 😘

Comments


¡Escríbeme un mensaje! 

¡Gracias por escribirme!

© 2023 by Train of Thoughts. Proudly created with Wix.com

bottom of page